Muchos padres se preguntan ¿Es posible que un niño pequeño pueda controlar sus emociones?
Esto va a depender de muchos factores. Primero, hay que tener en cuenta el proceso evolutivo del pequeño.
Es ya conocido que, en los dos primeros años del niño es totalmente egocéntrico. Los niños en este proceso están vinculados con su entorno y en constante aprendizaje con la aparición del lenguaje y el desarrollo neurológico. Aún no está preparado para una identificación de lo que le sucede y mucho menos de controlar lo que le pasa.
Recién cuando se hace presente el lenguaje comprensivo, podemos empezar en forma progresiva a darle indicios de: “calma” y de “tranquilidad”.
Para trabajar una regulación emocional es necesario que identifique el niño, cuando está: triste, alegre, molesto o tiene pena. El lenguaje nos ayudará mucho en este momento, tanto para que nos comprenda, como para que él o ella pueda expresar ¿Qué? y ¿Cuál? es su molestia, miedo, alegría o tristeza.
Los padres, maestros, cuidadores e incluso los terapeutas si somos observadores, nos daremos cuenta de las manifestaciones del pequeño que nos puedan indicar sus emociones. En ocasiones éstas se muestran con un cambio de comportamiento o con una actitud de desgano, mucho sueño o por el contrario dificultad para dormir. Otro indicador puede ser el cambio en sus hábitos alimenticios. Es frecuente tambien que las crisis de llanto o intolerancia nos indiquen que algo está pasando que no identifica y mucho menos podrá controlar.
Hay un factor muy importante que es el MODELO del adulto. Asì como el niño copia formas de hablar, de caminar o palabras que escucha de sus padres o cuidadores, copia las formas de reaccionar emocionalmente: Si uno de los padres grita cuando se molesta, el niño gritará cuando algo no le gusta. Si los padres se muestran serenos, pero firmes ante una conducta del niño, este aprenderá a controlarse. Si el adulto reacciona en la forma más controlada es posible que ante una crisis o a una situación incómoda, que le produzca ansiedad o le inspire temor, el modelo a copiar, se dará: favorable o desfavorable según sea el caso.
Para que un niño de cuatro años o más, pueda aprender a enfrentar su emoción, debemos enseñarle inicialmente a que sepa cómo es, qué paso antes, de que sintiera esa sensación que aún no define.
¿Por qué estas así?… ¡Ah!, ¿Estás triste?, ¿Eso te molesto?
Seguidamente, compartir con él o ella la idea, que todos sentimos pena, que muchas veces nos alegramos, que hay muchas cosas que nos molestan, que el miedo es natural ante algo que no conocemos, pero que vamos a enfrentar de la manera más sana, como es: hablando de eso y encontrando formas de afrontar lo que les sucede.
La importancia de trabajar las emociones en los niños radica en formarlos para la vida, saber cómo se sienten ellos; comprender como se sienten los demás y controlar nuestras respuestas. En general, proponer el aprender estrategias para llevar una vida lo más armónica posible.
Para poner en práctica lo antes mencionado, los adultos que vivimos o trabajamos con niños, debemos previamente haber establecido vínculos afectivos donde la comunicación pueda fluir y generar confianza de tal manera que se cumpla con el objetivo de que ellos acudan espontáneamente a nosotros para hablar, con absoluta confianza, de lo que sienten.
“Sentir, entender, controlar y modificar”
David Goleman